Basuralia

La basura es el único paraíso del que no podemos ser expulsados

11.19.2006

Las dependencias de los genios

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"Las drogas no son malas, todos tus ídolos las toman"
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Homer Simpson (a su hijo Bart)
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Hace poco cayó en mis manos una publicación que recoge el contenido de la exposición"Los humoristas del 27" que coordinó el Museo Nacional Reina Sofía hace ya casi cinco años (2002) con motivo del centenario del nacimiento de Enrique Jardiel Poncela, uno de los pocos escritores con talento de los que puede disfrutar el lector de habla hispana.

Me sorprendió esta personalísima confesión suya, publicada en el semanario Buen Humor el año 1925.


[...]


"Nadie ignora cuanto he sufrido en mi aperreada y aporreada vida; mis innumerables crímenes, los años bisiestos que pasé encerrado en el presidio de Tolón, todas mis aventuras y desventuras. ¿Qué fin podía ser ya el mío en este planeta, imparalizable y achatado por los polos? Ninguno. ¿En qué había de poner mi fe? En nada. ¿Hacia qué punto cardinal iba a volver mis ojos en busca de la ilusión? Hacia ningún punto, porque ya he ido, punto por punto, siguiendo los cuatro puntos.


En consecuencia, a nadie puede extrañar que un día, en la lejana Alejandría, yo decidiese buscar y encontrar algún medio que me proporcionase el alivio absoluto y el descanso de quince minutos de mi espíritu.


Pensé en el alcohol, más lo rechacé, porque me hace daño a la garganta; pensé en sumergirme en el amor de las mujeres y no lo hice porque las tengo miedo, fenómeno que aparece en el corazón de todo hombre sensato. Además, yo he tenido un ejército de amores fugitivos: Eulalia, la "Elegante"; Juanita, "La gramófono"; y la "Francesilla"; la "Espasa"; Luz, "la Paisajista", y cien más, que ya no me interesan.


Fue entonces cuando pensé en la morfina. No crean ustedes que la morfina es una de mis amigas, no. Me refiero al alcaloide conocido con ese nombre seductor y farmacéutico. La morfina no era una mujer; a mí las mujeres me aburren ya, casi tanto como una orgía en un coche de punto. ¡Era el alcaloide venenoso lo que recordé en aquel momento de agobio en el que mi cerebro era un bazar en plena liquidación por derribo!


Ustedes habrán oído hablar de la morfina; apenas hay un tango donde no aparezca, ni una novela donde no actúe. Y, asimismo, habrán oído decir que provoca más estragos que una galerna. Pues bien: ¡Me dediqué a la morfina con un ensaño de asesino mal pagado! Y para que ustedes no sigan por ese camino por donde yo voy hacia la muerte, les describiré los aterradores efectos que esa droga causó y causa en mi persona.


Primera inyección: Alegría inusitada. Comezón, que no tarda en convertirse en realidad, de bailar la sardana con un almacenista de paños.


Segunda inyección: Optimismo rebosante. La vida toma un color rosáceo que da gusto. Se dan vivas a Carulla y a Bertrán Dugesclín. Se cree en los amigos, en los ferroprusitos, en los ferrocarriles y en la eficacia del clorato de potasa. Se planea el desarrollo de una zarzuela en tres actos. Se afirma a todo el que quiere oir que uno entiende los "menús" de los banquetes de homenaje.


Tercera inyección: Crece el optimismo de un modo que aprece que le han abonado con nitrato de Chile. Se va a ver trabajar a la compañía de Ribas. Cacho y se sale satisfechísimo del espectáculo.


Cuarta, quinta y sexta inyecciones: Decaimiento brusco; alucinaciones frecuentísimas.


Séptima y octava inyecciones: Principio de desequilibrio; se compra uno un aparato de galena.


Novena inyección: Estupidez declarada; no se deja de oir ni un solo radioconcierto.


Décima inyección: Desequilibrio total. Se jura que en toda España hay más de seis mil pesetas. Se coleccionan fototipias.


Inyecciones siguientes: El cerebro es un caos con aplicaciones de incongruencia paradisíaca. Se hace uno escritor. Y se firma debajo de lo que se escribe pensando que le interesa a alguien."


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David Lee Roth - El garrulo que triunfó (y III)


"Money can't buy you happiness,
but it can buy you a yacht big enough
to pull up right alongside it"
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David Lee Roth
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Tres años después de iniciar su andadura en solitario, y arropado por una superbanda de mercenarios del rock, David se comió el mundo en 1988.
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Tras el éxito de distribución del EP "Crazy from the heat" en los primeros meses de 1985, David llamó a su mayordomo -al que desde hacía unos meses llamaba Eddie- y se mandó preparar un 'paradise punch' con lima y limón, todo agitado con hielo y servido en un vaso Collins, como de costumbre. Eso le daría tiempo suficiente para buscar la tarjeta de crédito, guardada celosamente en un cajón de la cómoda bajo una pila de sábanas blancas pulcramente plegadas.
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Más tarde, mientras apuraba el cocktail tumbado en una colchoneta hinchable con reposabrazos que flotaba en el centro de la piscina de reglamentarias dimensiones olímpicas, Dave hizo unas llamadas -una de ellas para encargar una pizza- y movilizó al personal adecuado de manera que a finales de año tuvo un disco listo para salir a la venta e iniciar una nueva gira.
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"Eat 'em and smile" fue el feliz título de la nueva criatura. Y la cosa funcionaba así: él (David) ponía la pasta a cambio de que Steve Vai, Billy Sheehan y Greg Bissonette, pusieran el talento. Y, aunque nunca fue confirmado, el atrezzo parece ser que era cortesía de los Estados Unidos Africanos, que confeccionaron una serie de mallas con girones sobrantes de las banderas de los estados que habían ido apareciendo en los últimos veinte años.
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Como siempre, David aprovechó los videoclips para dar rienda suelta a su desquiciado universo de personajes. Pero, no se hable más, veamos como se lo montaban estos haraganes:
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Quien sabe por qué peregrino cauce de razonamiento, Diamond Dave llegó a la conclusión de que los temas de "Eat'em and smile" debían grabarse de nuevo en idioma español y portugués (!). Y, dado que "quien paga manda, aunque mande mal" así se hizo y la versión española, que se tituló "Sonrisa Salvaje", salió a la venta.
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Por desgracia o por fortuna los alaridos en versión portuguesa restan congelados en las cintas maestras de los estudios, si es que alguna vez llegaron a registrarse...
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He aquí un ejemplo de la patética traducción que se hizo de unas letras que, por otra parte, tampoco eran joyas de la Literatura Universal:
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Goin' Crazy (esp. "Vuelto loco")
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"Corriendo por la carretera tropical
me ha hecho mal el calor,
me vuelvo loco pero muy a mi manera
quizás me alcance aqu la puesta del Sol.

Pues vuelto a gozar yo quiero renunciar
mandar al diablo al patrón.
Ya no me quejo, me conformo la verdad,
me estás friendo porque el calor está genial

Vuelto loco vieja! vuelto loco... el calor!!!

Bailamos locamente y en el muelle anoche
y me caí al agua Oh no!
Al policía no le hizo gracia alguna
dijo: "Cuidado con la hija del alcalde"

No me quieras frenar y menos para allá,
es lo que digo y quien
entrégate al ritmo, difícil es parar
tu sonríes porque el calor está genial

Vuelto loco vieja! vuelto loco.. el calor!!!
Vamos todos!!!
Vuelto loco vuelto loco el calor!!!"


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¡¡¡¡¿¿¿Os imagináis semejante experimento en portugués...???!!!!
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Tres años más tarde, en 1988, David sacaba a la venta su segundo álbum original: "Skycraper".
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Es memorable el videoclip del single, en el que la banda hace un apretado resúmen de lo que era el espectáculo en vivo: David entretiene al público con saltos y acrobacias diversas, blande el pie de micro como un "kun" oriental, pelea contra su propia sombra (o quizá contra su propio ego) en un ring de boxeo suspendido en el aire sobre los millares de cabezas del público e incluso surfea sobre las olas de fanáticos montado en una tabla elevada y guiada por cables de acero.
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Y muchas más cosas que no vale la pena describir cunado se pueden ver:
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Y seguiría escribiendo más cosas bizarras sobre este personaje, pero ya me he cansado. Nunca creí que me agotaría de explotar semejante filón de basura, pero así ha sido.
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Como despedida y broche de oro -del que cagó el moro- a este artículo por entregas comentaré la que quizá sea la más injustificable de las locuras de Diamond Dave: el proyecto "Strummin' with the devil: the southern side of Van Halen", una revisión bluegrass de los clásicos ochenteros de Van Halen (!) que el genio judío de melena oxigenada y mallas no recomendadas para epilépticos está rentabilizando en estos momentos.
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"The light you see at the end of the tunnel is the front of an oncoming train."
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David Lee Roth

11.07.2006

David Lee Roth - El garrulo que triunfó (II)

"The world's a stage, and I want the brightest spot"
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David Lee Roth
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Liberado de los lastres creativos impuestos por clan Van Halen, David Lee Roth se propuso iniciar una exploración de los límites de su mente de auténtico y genuino artista comprometido con el arte por el arte.


Embriagado del dulce elixir de la libertad, David -enfant terrible de la civilización de la lycra y la melena oxigenada- abría la caja de Pandora al asomarse al interior de su propia cabeza y, subido de puntillas en el taburete de su propio ego, levantaba con una mano la tapa de los sesos mientras, apartando con la otra un enorme mechón rubio platino, gritaba:

- ....éeeeeee-óoooooo!!!!!

Iniciando así una nueva y acelerada carrera hacia mayores cotas de éxito.
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"Crazy from the heat", fue el título del primer EP de Diamond Dave tras abandonar a los virtuosos hermanos de apellido holandes e inexplicables indumentarias.
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Contenía cuatro cortes, dos de los cuales (California Girls y Just a gigoló/I ain't got nobody) consiguieron altos índices de popularidad... (explicables únicamente por el cirio que se montó a raíz del imprevisible abandono del frontman de la banda estrella del momento más que por su aportación al cuadro general de la música occidental, vista ésta de manera global y considerada como proceso cultural e histórico de cierta relevancia...).
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Los vídeos musicales de los dos éxitos citados, asimismo financiados a golpe de tarjeta por centenares de ignorantes pacientes neoyorquinos, también son dignos de encabezar una edición en tapa dura de la "Antología de lo garrulo".

En California Girls, Diamond Dave se presta a hacernos de surreal cicerone en una agotadora tourné venérea lo largo y ancho de la geografía yanqui. Si existe una glándula que regula el sentido del ridículo, él nació sin ella; veámoslo:

California Girls (videoclip) - David Lee Roth band (1985)

Sin embargo en Just a gigoló/I ain't got nobody, la cosa va más allá. David crea un mundo de ficción que gira en torno a su propio ombligo y, desde un supuesto plató de una hipotética televisión que no representa otra cosa más que su enferma y esquizofrénica mente falocéntrica y ególatra, sueña -al más puro estilo quevediano- una visión alucinada en la que sus obsesiones toman cuerpo y reciben el soplo de la vida.
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Autorrepresentado como un descarado crooner de la trivialidad, un hortera Diamond Dave hace de maestro de ceremonias en el entierro de su propia dignidad; veámoslo también:

Just a gigoló/I ain't got nobody (videoclip) - David Lee Roth Band (1985)
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(Continuará...)

11.05.2006

David Lee Roth - El garrulo que triunfó (I)

Hoy dedicaré unas líneas a un personaje cuya historia merece ser conocida, recordada y difundida. Quizá con la esperanza de que no vuelva a repetirse.

Este de la foto no es otro que David Lee Roth: judío neoyorquino sobrino de uno de los capos de la noche de la Gran Manzana y -ante todo- garrulo sin mesura y problemático frontman de la archifamosa megabanda de rock ochentero creada por los hermanos Van Halen.

Superestrella del rock duro, escalador temerario y experto en varias artes del mamporro -entre otras muchas y bizarras dedicaciones-, la vida de Diamond Dave viene siendo desde hace décadas un enorme tobogán cuyo descenso acelerado conduce sin remedio al fondo del más profundo y oscuro pozo en el que la humana dignidad puede caer. Sin embargo -y contra toda lógica- esta caída al vacío le ha reportado, como no podría ser de otra manera en un país y un negocio donde todo es posible, primero la popularidad, luego la fama y más tarde la aceptación y el respeto del público. Eso sí, ahora -treinta años después del comienzo de la debacle- es calvo como una bola de billar.

Un buen día de 1978 en que debía haberse detenido el suministro de cerveza en la ciudad de Los Ángeles, David Lee Roth -dado que no tenía nada que hacer- convenció a unos mierdas a los que les alquilaba los amplificadores, los Rat Salade (ex-Mammoth) para cantar un rato. Tras unos primeros momentos de vacilación e incertidumbre en los que Edward -guitarra-, Alex -batería- y Michael -bajo- abandonaban el Scattergories con gesto ceñudo para tomar sus respectivas posiciones, la música comenzó a sonar...

Primero unos ataques rítmicos del bajo...

uno, dos, tres, cuatro; uno, dos, tres, cuatro; uno, dos,...

Luego, un discreto acompañamiento de batería, con brillante acento metálico...

chst, chst, chst, chst!; chst, chst, chst, chst!, chst, chst,...

Seguidamente, un riff de guitarra abierto y simple que caía como un martillo justo en medio del ritmo base...

...kerrraanggg!! rraangg!!! kerrraanggg!!!

Y en medio de este agitado mar de sonidos, se escuchaba una voz...

"I live my life like there's no tomorrow
and all I've got, I had to steal.
Least I don't need
to beg or borrow.
Yes I'm livin' at a pace that kills
Oooh, yeah!!!"

Aguda como el silbato de un tren, la voz de David rasgaba el compacto muro de sonido que disparaban las decenas de válvulas incandescentes ordenadas en pulcras filas en el interior de los amplificadores eléctricos, todos de su propiedad -aunque comprados con el dinero que papá enviaba puntualmente a principios de mes desde la exclusiva clínica de oftalmología de NY- y que los mierdas de apellido holandés usufructuaban eventualmente. Tras un puente musical a base de apretadas líneas de tapping de guitarra sobre una linea bajo sobresaturado, David completaba su confesión con estas palabras:

"I found the simple life
ain't so simple.
When I jumped out on that road
I got no love,
no love you'd call real.
Ain't got nobody, waitin' at home"

La música terminó -como siempre pasa- y, durante unos segundos, un resto indefinible del sentimiento vertido quedó flotando en el ambiente. Ninguno de los cinco acertaba a explicar a que se debía este raro fenómeno, puesto que habían recogido las mayas de la tintorería esa misma tarde. Mas, con una mirada cómplice, todos se dieron cuenta de que, simplemente, había nacido de nuevo la magia del rock.

Y Eddie dijo: "A mi no se me escucha."

Y David dijo: "A mi menos."

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Éste fue, digan lo que digan las crónicas oficiales, el origen de la más aclamada banda de rock de los primeros años de la década de los 80: Van Halen.

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Otro buen día, años más tarde, en el 83 y ya en la cresta de la ola, con cinco discos grabados con Van Halen, actuaciones pagadas con talones millonarios y primeras portadas a todo color anunciando a los chicos del número uno de la lista de éxitos, David se hartó de la fama.

La popularidad no era el sueño dorado que imaginara tiempo atrás, cuando el impacto de sus primeros discos estableció a la ciudad de Los Angeles como la capital mundial de los rockeros amantes de la lycra y enemigos del cuero.

Estaba cansado de seguirle la corriente a los hermanos Van Halen, harto de limitarse a ser un mero satélite cuyo pálido brillo no era más que el reflejo de la única y verdadera estrella, ese maldito Eddie, cabezón y enclenque mocoso chuleado por su hermano Álex. ¿Quien se creía ser, ese Álex?; no era más que un matón que vivía a costa del pequeño Edward y que tocaba la batería sin siquiera quitarse los guantes de boxeo por si algún fan enloquecido se acercaba demasiado al seguro viviente de su futura jubilación.

¿Y qué decir de Eddie? totalmente enajenado en su sueño de Dios del mástil, de genio precoz, nuevo artista americano y sex symbol, no se daba cuenta de que todos se estaban aprovechando de su talento, si es que tenía alguno. Porque, ¿qué habia inventado?, ¿el tapping?, ¿aporrear la guitarra de forma aleatoria con todos los dedos de ambas manos a la vez?. Al fin y al cabo nadie notaba la diferencia y siempre había que explicarlo dibujándolo en una servilleta.

Visto lo visto, David se cansó y decidió hacer la guerra por su cuenta.

Tanto es así que, en 1985, los glaucomas, las degeneraciones maculares y las cataratas de los neoyorquinos tuvieron repercusión no sólo en la salud de sus ojos, sino también en la de sus oídos. Pues las facturas de la clínica paterna fueron a parar a la financiación de un EP con los primeros temas de Diamond Dave en solitario.

(Continuará...)

10.29.2006

Recuerdos de un outsider

Hace poco leí la divertidísima autobiografía de Jesús Franco, polifacético y genial personaje que ha sido sistemáticamente negado y desprestigiado por la cultura oficial española. Conocido principalmente por su cine -no en vano es el director español más prolífico, con una filmografía que supera los 200 títulos- Jesús Franco ha hecho casi de todo: fue locutor de radio, actor, escritor y músico antes de dedicarse a múltiples oficios del cine.

Nacido en Madrid un par de meses antes del inicio de la Guerra Civil Española, Jesús emigra a París tras licenciarse en Derecho y, dos años más tarde, regresa a España para ingresar en el IIEC, lo que le da acceso al medio cinematográfico a tiempo para incluirse entre la joven generación neorrealista de los 50. Comenzó trabajando como compositor, guionista y asistente de dirección para Juan Antonio Bardem y Joaquín Luis Romero Marchent, entre otros, y llega a colaborar con Orson Wells como director de la segunda unidad de Falstaff (esp. Campanadas a medianoche, 1965); suyo es, también, el montaje de la inacabada El Quijote que Wells rodó en tierras españolas. Mientrastanto, el tío tuvo tiempo para acabar un total de 209 películas propias, muchas de las cuales firmaba con floridos seudónimos tales como Wolfgang Frank, Terry De Corsia, Rick Deconinck o Joan Vincent. Aunque su más afamado sobrenombre es el de Jess Frank.

Espeluznante y revelador como el cine del mismo Jesús es el aspecto de este documental que aborda su abultada y heteróclita filmografía:



Con el tiempo el justo reconocimiento le ha llegado de la mano de una legión de mitómanos del cine de serie B e inferiores. He aquí un ejemplo de la imagen que quedará de Jesús Franco en el imaginario colectivo español; una suerte de Mariano Ozores + Santiago Segura + Roger Corman:



Las aventuras del Capitán Magnetoscopio

“¡Capitán Video!
¡Dueño del espacio!
¡Héroe de la Ciencia!
¡Capitán de los Video Rangers!
¡Operando secretamente desde su Cuartel General de la Montaña, en el planeta Tierra, el Capitán Video recluta en sus viajes interplanetarios a los hombres de bien y los lidera en la lucha contra el mal, donde sea que esté!
¡Sigamos al campeón de la Justicia, la Verdad y la Libertad por todo el Universo!"
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(Introducción de la serie Captain Video and his Video Rangers -1949/1955-, leída sobre la sintonía principal: El holandés volador, de Richard Wagner).

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A mi me pareció increíble, pero es completamente cierto.

Gracias a la Paleontología hoy sabemos que hubo un período en el que los dinosaurios dominaban la Tierra. Y no es un caso único. Porque la ciencia no sólo sirve para construir el futuro, como ingenuamente suele creerse, sino que en muchos casos nos ayuda precisamente a todo lo contrario, es decir, a configurar el pasado; un pasado que, en más de una ocasión –como la que ahora veremos– no es más que una ensoñación del futuro, con lo que el círculo vuelve a cerrarse sobre si mismo.

Esta semana misma he sabido que –de igual manera que en el asunto de los terribles saurios y el dominio de la Tierra– hubo un momento en que la caspa dominó, si bien no el orbe, al menos sí una considerable parte de él: el reino de las ondas. Estoy hablando de telebasura anterior a la Edad de la Telebasura, de una porquería de tal calibre que os llevará a cuestionar la opinión mayoritaria que asegura que ese fenómeno está alcanzando en nuestros días el cenit de su desarrollo. Al fin y al cabo, puede que esa opinión no sea del todo cierta.

En 1949 el balance entre el encanto de lo esforzadamente precario y el mal gusto sin precedentes cuajó en una desaforada producción televisiva que ha pasado a los anales de la historia catódica como la primera serie de ciencia ficción jamás emitida. Después de conocer esta aberración he llegado a la conclusión de que ninguna producción actual es suficientemente mala como para merecer mi indignación: el eslabón perdido entre el fraude y el bodrio se emitió ya hace más de medio siglo.

Yo no la he visto nunca, sinceramente. Sólo conozco fragmentos y algunas alusiones, pero con eso ya me sobra para escribiros este despropósito, que espero os disguste lo suficiente.

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El 27 de junio de 1949, entre las siete y las siete y media de la tarde, los telespectadores norteamericanos de la franja prime-time de la DuMont Television Network asistieron, quizá sin ser conscientes de ello, a un acontecimiento sin precedentes: la emisión de la primera serie de ciencia-ficción en la historia de la televisión.

Captain Video and his Video Rangers era el título de esta absurda producción que mezclaba la conquista del Oeste con los viajes espaciales. La historia, ubicada en el año 2254, seguía las correrías de un escuadrón de presuntos video-guardabosques liderados por el Capitán Vídeo, quien los orientaba en su lucha por la Ley y el Orden, según instrucciones precisas recibidas del supuesto Comisario para la Seguridad Pública Charles Carey, cuya jurisdicción abarcaba el Sistema Solar en su totalidad, además de varias colonias humanas asentadas en planetas de estrellas cercanas.

No debe extrañarnos que este infecto argumento saliese de la mente de un ejecutivo. De hecho, la puesta en marcha del proyecto fue un empeño personal de James L. Caddigan, vicepresidente de la DuMont, quien concibió el producto pensando únicamente en una cosa: ganar todo el dinero posible. Un ejemplo de esto: el año de su estreno, Captain Video and his Video Rangers contaba con un presupuesto semanal para atrezzo de 25 escasos euros. Esto explicaría por si sólo la lamentable factura de la serie, pero aún hay más. Caddiggan quería alardear de las posibilidades de sus modernos equipos de televisión y, al mismo tiempo, conseguir un presupuesto de costes ajustadísimo. Veamos como lo consiguió.

Hasta 1953, la media hora de duración de la serie se dividía en dos bloques de quince minutos. En el primero de ellos se seguía una aventura del Capitán Video representada en riguroso directo televisivo desde el plató de la DuMont por un cuadro de actores. Luego, en virtud de algún truco o efecto más o menos chabacano, se daba paso a un interludio en el que un subordinado del Capitán Video, ejerciendo de maestro de ceremonias, introducía el segundo bloque de contenidos. Este segundo bloque consistía ni mas ni menos que en un injustificable mix de imágenes procedentes de metraje desechado de viejos westerns adquiridos a granel por los productores. Mediante una irreverente operación de montaje y doblaje de sonido, similar a la de un hiperbólico Retrospector de La Hora Chanante, los fragmentos de los viejos seriales del Oeste eran reconvertidos en supuestas misiones secretas de los agentes del Capitán Video en la Tierra: los Video Rangers.

Con todo, nada de esto impidió que la nauseabunda serie alcanzase altos índices de popularidad –principalmente entre la audiencia infantil, a quien se instaba a formar parte del Club de Socios de los Vídeo Rangers y a adquirir infames réplicas de los cascos y cohetes espaciales que aparecían en la serie–. En 1951, dos años después de su estreno, Captain Video and his Video Rangers se emitía a través de 24 estaciones, logrando un público potencial de 3 millones y medio de telespectadores cuya fidelidad le permitió aguantar en antena durante seis años, hasta el 1 de abril de 1955, año en el que el fin de las emisiones de la teleserie precedió a la quiebra económica y posterior desaparición de la DuMont Televisión Network.

Pero, hurguemos un poco más. Todo superhéroe necesita un supervillano, un archimalvado antagonista que justifique su cruzada personal contra el Mal, además de una serie de tecnologías fantásticas que le faciliten su esforzado camino hacia el éxito. Captain Video and his Video Rangers no fue una excepción a ninguna de estas reglas de oro; aunque las aplicara, como no podía ser de otra manera, según su particular modo de entender.

Así, el antagonista principal de la serie era el Dr. Pauli, una especie de dictador al más puro estilo del período de entreguerras cuyo idioma se reducía a un incomprensible farfullo de reminiscencias germánicas. Su papel en la historia siempre consistía en la invención de sofisticados mecanismos y métodos para subyugar a la Humanidad, terribles planes que el Capitán Vídeo se veía obligado a neutralizar –siguiendo las instrucciones del Comisario para la Seguridad Pública Charles Carey, recordemos– situación que provocaba un tira y afloja entre el Bien y el Mal que inevitablemente desembocaba en una frenética persecución interplanetaria a bordo de cohetes espaciales.

Pero con el tiempo el tête-à-tête entre el Capitán Vídeo y el Dr. Pauli se fue enrevesando. El plan de dominación del Dr. Pauli se fue extendiendo hasta que los límites de su ambición coincidieron con los del universo conocido y, en su malvado empeño, el aspirante a tirano del Cosmos se ganó la lealtad de una cohorte de insospechados y pasmosos aliados. Entre ellos podemos contar a Heng Foo Sueeng, un malvado arquetípico sin más razón de ser; McGee, un marciano de nombre injustificable, además de un inepto integral en todos los aspectos; Norgola, un rufián sin precedentes cuyo inicuo plan consistía en convertir el Sol en una descomunal pila magnética con tal de lograr unos fines cuyas líneas generales jamás fueron reveladas; y, finalmente, Tobor, el primer robot que apareció en televisión –nótese que «Tobor» és «robot» escrito al revés–, y que venía a ser como un enorme surtidor de agua de movimientos artríticos cuyo intérprete, Dave Ballard, supone una inyección de moral para cualquier fracasado, pues su trayectoria artística se resume en el papel del robot más oxidado del universo.

Para combatir a esta creciente horda de supervillanos el Capitán Vídeo tuvo que exprimirse seriamente las meninges, resultado de lo cual la serie se vio inundada por un extenso catálogo de prodigios tecnológicos nacidos de la inteligencia del líder de los Video Rangers. Entre estos cacharros encontramos el Opticon Scillometer, una potente y compleja máquina de rayos X que permitía ver con nitidez a través de las más gruesas paredes; el Discatron y el Radio Scillometer compactos artilugios electrónicos que hacían las veces de intercomunicadores espaciales de imagen y sonido; el Rayo Vibrador Cósmico, un poderoso haz luminoso capaz de paralizar a los más esquivos malhechores galácticos; y otros muchos trastos cuya efectividad, pese a lo que pueda parecer en principio, le facilitaba las cosas al Capitán.

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En fin, eso es lo que he podido sacar en claro de los documentos que he consultado. A pesar de que he peinado la Red, no he podido conseguir clips de video de la serie original, sólo algunas fotos aparte de la que he incluido aquí. Como no dudo que os habéis quedado con ganas de saber más sobre el tema, aquí os dejo unos enlaces en que incluyen la información que acabáis de leer y mucha más que no me ha dado la gana meter.

- Capitan Video and his Video Rangers en Wikipedia.

- Capitan Video and his Video Rangers en la Internet Movie Database.

- Captain Video and his Video Rangers, artículo de Suzanne Williams-Rautiolla.

- Captain Video and his Video Rangers, web de unos auténticos fans.